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"AGRICULTURA  Vs.  AGRONEGOCIOS"

 

 

 

No todos los que trabajamos la tierra lo hacemos igual.

 

Existen formas artesanales, tradicionales y alternativas, las cuales son de una enorme diversidad; y formas más estandarizadas, industrializadas y mecanizadas, que tienden a la monopolización y a la uniformidad de los métodos de trabajo y de especies cultivadas.

Si bien las maquinarias y los agroquímicos representan un potencial de trabajo incomparable, el beneficio real puesto en la balanza, en la imagen completa, desde mi parecer nunca fue tan significativo.

 

Vamos a ver un pantallazo completamente subjetivo del asunto:

 

LAS MALAS:

 

La agricultura fue quizás, el factor clave para que el humano pudiera asentase en un sitio, y desarrollar su vida sin la necesidad de migrar en busca de alimento. Durante miles y miles de años, hombres y mujeres de todos los continentes han encontrado, probado, seleccionado, cuidado, sembrado y regado una infinita variedad semillas. Y por supuesto, también se han deleitado con la costumbre perfectamente sustentable de cultivar sus alimentos en forma manual, en ocasiones con la grandísima ayuda de animales para los trabajos más pesados, y/ó para generar fertilizantes de alto rendimiento, e inofensivos con el ecosistema.

Claro que en muchos lugares y momentos de la historia, hombres esclavizaron hombres para explotarlos junto con la tierra, para arrancar de ella sus virtudes, sus frutos y sus tesoros hasta su agotamiento.

 

Desde hace apenas unas décadas hasta estos días, la sociedad industrial, fue paulatinamente esclavizando menos hombres y mujeres al trabajo agrícola forzado, pero comenzó a hipotecar el futuro de la humanidad con la potencia de las maquinarias, reventando cada vez más los campos, los mares, los bosques, y todo lo que el insaciable apetito del imperio de turno quisiera devorar.

Esta división entre los modernos cultivos industriales y los tradicionales, entre el trabajo alternativo, artesanal, y los métodos estandarizados, merece la atención de todos, ya que todos dependemos en mayor ó menor medida de estas actividades, y tanto el presente como el futuro de la vida en este planeta, están severamente amenazados por ciertos avances en la biotecnología. Avances que evidentemente, fueron desarrollados con el único objetivo de generar multimillonarias divisas para un reducido grupo de empresas transnacionales.

 

Las maravillas de la industria química, pueden favorecer también los bolsillos de muchos pequeños y medianos agricultores que ignoren, ó no les importe, cuales son realmente las consecuencias de utilizar productos como el glifosato, popular herbicida generalmente vendido bajo la marca Round Up, de Monsanto.

 

No todos trabajamos la tierra del mismo modo.

A cerca de Monsanto, es una monstruosa empresa multinacional que  ha conseguido presionar incluso a los gobiernos de los países más potentes, para que legalicen todos sus productos de alta peligrosidad y sus paquetes de venenos, semillas y hormonas genéticamente modificadas. Tiene muchas industrias más pequeñas, ha comprado centenares de productoras de semillas, y al mismo tiempo, existen muchas otras empresas que trabajan en la misma línea.

Su inmensa red va invadiendo ocultamente todos los campos y todas las góndolas. Hoy en día en los supermercados norteamericanos, y hasta en las despensas de cada pueblecillo, sea australiano, vietnamita  o sudamericano, casi todos los productos tienen ingredientes transgénicos, lo que nos va convirtiendo sin saberlo, en cómplices de ésta maquiavélica conspiración contra nosotros mismos.

Si bien algunos países del primer mundo han logrado proteger sus tierras del avance despiadado de estos incalificables déspotas que pretenden apoderarse de las semillas del mundo, aquí, abajito en el mapa, el desenfrenado crecimiento de cultivos transgénicos es más que alarmante, tanto como los permisos para comercializar todos sus venenos.

De hecho Argentina fue el primer país en legalizar oficialmente los cultivos transgénicos, y ya millones de hectáreas de los territorios más fértiles del planeta están siendo desmontadas, sembradas, y prontamente desertificadas, sobre todo por la proliferación del maíz transgénico, la soja “round up ready” y otras armas de la biotecnología, ó mejor dicho, de la tecnología anti-vida.

 

No todos somos granjeros, pero no podemos hacer oídos sordos cuando se nos habla de que están destruyendo nuestro suelo.

 

Sin siquiera mencionar el estado de las cosas en Paraguay y Brasil, podemos decir que la situación es seria. Es catastrófica. Es indignante a más no poder.

Bajo pretextos como el de intentar acabar con el hambre de los países pobres, muy por el contrario, el dominio de los grandes monocultivos y la fiebre del negocio  agro-tecnológico, están destruyendo presente y futuro de los alimentos, la libertad de cultivar la inmensa variedad que ésta tierra nos ofrece, así como el derecho de vivir sanamente.  

Libertad de salud nos están robando, que es libertad de vivir.

 

Extractivismo, represas, megaminería, papeleras, fracking, agroquímicos, transgénicos: el modelo del suicidio.

 

LAS BUENAS:

 

Gracias a la gente que pudo despertar esta conciencia hace más de tres décadas, en Epuyén, tenemos desde 1990, ordenanzas que prohíben por completo el uso de algunos agrotóxicos. Cumplir y estar atento a la actualización de esta legislación es fundamental, si queremos afirmar que respetamos la vida, la salud, y la tierra donde puedan crecer nuestros hijos sanos y libres.

Hoy día hay muy buenas propuestas de continuar con la agricultura verdadera. Más allá de las despectivas opiniones de los que ven siempre el dinero por sobre la vida, existe también un reverdecer del campo y la conciencia. Algo nuevo se está gestando.

Aquellos que prefieren el negocio inmobiliario al bosque nativo, aún se ríen burlones de brillantes proyectos de producción orgánica, a pesar del creciente éxito de los emprendimientos productivos agroecológicos, que incluso en nuestro país hay algunos a mediana y gran escala.

 La pequeña mentalidad de la aceleración moderna, intenta mostrar como utopistas retrógrados que impedimos el desarrollo, a quienes protegemos la biodiversidad, de la ambición de los agro-mercaderes.

Más yo pienso que el desarrollo no se puede impedir de ninguna manera.

Y quiero plantear aquí una pregunta que haga eco en la cabeza de todos y todas, para que el desarrollo no nos arrolle mientras cruzamos silbando distraídos  por la avenida del progreso.

Y esa pregunta es: ¿Qué clase de desarrollo queremos?

 

Informate. Meditá. Pensala bien. Tenemos tiempo, pero no demasiado.

 

Las oportunidades no esperan, y ahora tenemos la oportunidad de salvar un presente más amable, más justo, más pacífico, quizás mas alegre, sin duda más sensible.

Un futuro radiante es posible, y eso depende de cada decisión.

Cada uno, cada una, cada día.

Nosotros el pueblo, nosotros la gente,  tenemos que hacer ejercicio de libertad, y tomar un nuevo rumbo.

La decisión es a cada momento.

 

Naturaleza, encuentro, arte, respeto, educación, comunicación, energías alternativas, consumo consciente, productividad sustentable, autogestión: modelos para la esperanza.  

 

No permitamos que sueñen por nosotros.

Construyamos el cambio con una nueva conciencia, en libertad.

Podemos hacerlo.

Tenemos que hacerlo.

 

                  

 

 

 

 

                                                  Verde Renacer  19/12/2014

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